Escudo del Santo Oficio de la Inquisición |
Ocupada con otras causas, la Inquisición no se lanzó a la inmensa tarea de reprimir estas conductas, simplemente dejó su cuidado a los tribunales laicos y eclesiásticos, como los tribunales episcopales, que perseguían a los concubinos. Lo que realmente perseguía el Santo Oficio era la creencia que la simple fornicación no es pecado mortal. La herejía no era fornicar, era dudar de que la fornicación fuera pecado.
Y la fornicación se definía como un “acoplamiento carnal fuera del matrimonio entre dos personas libres de todo vínculo, de mutuo consentimiento”.
El primer caso de herejía por fornicación se da en Sevilla, pero es el Tribunal de Toledo (del que
dependía Moralzarzal) donde adquieren relevancia estos casos durante la
segunda mitad del siglo XVI.
Y del Tribunal de Toledo nos llega un caso curioso, el del testimonio de Juan Montero, el tabernero de Moralzarzal, en 1585, que deja al pairo ante el Santo Oficio a su vecino y compañero de viaje, Andres Benito.
Veamos lo que le contó al Tribunal nuestro vecino Juan:
“Por el domingo de Lázaro (nota: quinto domingo de Cuaresma, justo antes del Domingo de Ramos), que agora pasó, dos días más o menos, yendo este testigo por vino camino de Navalcarnero, con dos carros, toparon dos mugeres, y las llevó Andrés Benito en su carro”.
[Nota: Dos mujeres desconocidas solas en el camino: no hay que preguntarles su oficio. En resumen, Andrés fornica. Sigamos].
“Este dixo que lo había hecho como hombre de bien, porque se lo avía pagado, y le avía dado un real, y que pagandoselo no era pecado”.
Y luego Phelipe de Salamanca dixo: “Mirad lo que deçis, que es muy mal dicho”.
El asunto se extiende por todo el pueblo. Se discute hasta en las poblaciones vecinas. Los testigos llevan el asunto al cura, que también declara como testigo en el juicio:
Hacia 1585, pues, a los pies de la Sierra de Guadarrama, se sabe perfectamente que la Inquisición condena la simple fornicación.
Salamanca pasa el encargo a Montero, quien, después de hacerse un poco de rogar, marcha a denunciarse a Toledo en medio de la curiosidad general y provisto de una carta del cura que explica el caso a los jueces testimoniando sobre la vida normal y las buenas costumbres del culpable
No sabemos cuantos latigazos o años de galeras le cayeron al pobre Andrés Benito, el fornicador.
Pero queda clara la larga tradición carretera en Moralzarzal, llevando carbón vegetal, leña y piedra a la Villa de Madrid y trayendo viandas y otras mercancías de las que se carecía en nuestro pueblo.
Fuentes:
Benassar, Bartolome. Inquisición española: poder político y control social. Editorial Crítica. Barcelona, 1984. pp 292-294. El caso de Andres Benito, de Moralzarzal, está tomado del Archivo Histórico Nacional, Inquisición, Leg 73, exp 13.